Jesús Eguimendia, Idoia Esnaola y Juan Carlos Arregi, del club Donostiarrak, suman más de 180 participaciones en la mítica distancia de los 42,195 metros
Jesús Eguimendia tienen más maratones (69) que años (61), Idoia Esnaola gusta de participar en los maratones más desconocidos del calendario y Juan Carlos Arregi es un atleta tan metódico y constante que, desde 1992, todos los años (salvo en 1994) ha corrido al menos un maratón. Los tres corredores del Donostiarrak suman más de 180 participaciones en la mítica distancia y son los únicos del club que han completado más de medio centenar de carreras cada uno en los clásicos 42 kilómetros y 192 metros.
Eguimendia, el más veterano, debutó en la primera edición del maratón de Donostia, en 1978, cuando “salías a correr y te miraba la gente. Correr estaba casi hasta mal visto”. Fue la primera carrera organizada en la que compitió. Aquel maratón, que los participantes aún hoy recuerdan como un antes y un después de las carreras populares (“fue un boom, el público hasta hizo pasillo en La Concha”), fue la primera prueba de la larga travesía de Eguimendia por medio mundo. La afición por correr le atrajo de tal manera que lleva 40 años superando retos aquí y allá, en Donostia, pero también en París, Roma, Boston, Ciudad Real, el Círculo Polar Ártico o el exigente Marathon des Sables, en pleno desierto del Sáhara, que ha completado tres veces. Hace unos años se propuso correr un maratón al mes. Solo falló en agosto. Rememora aquella hazaña como quien recita el padrenuestro. “En enero, Badajoz; en febrero, Sevilla; en marzo, Valencia; en abril, Madrid; en mayo...”. Tira de memoria porque un descuido hizo que perdiera el ordenador en el que almacenaba todos los datos y todas las carreras. Pero la lista de objetivos cumplidos es interminable. Ha corrido más de 30 veces el maratón de Donostia, 18 veces la Behobia (con la particularidad de que iba y venía, es decir, la misma mañana de la prueba iba corriendo a Behobia y regresaba a Donostia con la carrera), dos veces la durísima Madrid-Segovia, los 100 kilómetros de Bezana (Cantabria), ultras de montaña y un año sumó más de 1.000 kilómetros en carreras, lo que le valió un reconocimiento del Donostiarrak. “Yo nunca he ganado nada, pero me gusta participar, hacer carreras diferentes. Si te gusta correr y no buscas marcas, puedes hacer un maratón tranquilamente”, explica Eguimendia que, paradójicamente, nunca ha corrido en Atenas, la cuna del maratón. Una operación de rodilla le ha provoca que no corra “con la alegría de antes”, pero ya tiene en mente otros dos retos: el maratón de Burgos y, cómo no, el de Donostia, en noviembre.
Idoia Esnaola lleva el maratón en las venas. Dos de sus seis hermanos está vinculados al atletismo. Gaspar fue uno de los mejores maratonianos de los 80 (ganó dos veces el de Donostia) y Eva es una consumada ultrafondista, amén de su compañera de fatigas. “Yo no corro, me arrastro”, dice con un deje de modestia Idoia, que suma 61 maratones y cientos de anécdotas. Allí donde se celebran los maratones menos glamourosos está Idoia. Su historial de carreras está plagado de pruebas en poblaciones como Aranda de Duero, Alcañiz, Palencia, Toral de Vados, Bascones de Ojeda o Membrilla. Carreras en las que a veces se reúnen no más de 40 participantes y que ella disfruta como si corriera por el neoyorquino puente Verrazano. Este año ya suma tres maratones (Palencia, Albi, en Francia, y Atarfe, en Granada). Le gusta, además, competir en los que se celebran por primera vez, como el Ecomaratón Vega de Granada Ruta Lorca que disputó el 10 de abril. “Hay que ir a los partos, a las nuevas ediciones. Me gusta los maratones pequeños porque tienen más encanto. Las grandes se hacen más fácil pero son agobiantes. En los grandes no sientes la soledad del corredor de fondo”, explica.
Su maratón fetiche es el de Bascones de Ojeda, una localidad palentina de poco más de 150 habitantes. Se celebra el tercer domingo de agosto, en plena canícula, y suele acudir con su hermana Eva, que acostumbra a participar también en la media maratón que se celebra la víspera. “Hasta que no tienes hecha esa maratón, no te licencias”, asegura Idoia, que se deshace en elogios hacia una organización que no cobra inscripción y agasaja al medio centenar de participantes con camiseta, diploma, una caja de galletas y una comida a base de paella vegetariana y melón.
sin planificar Al contrario que la mayoría de maratonianos, Idoia no planifica la temporada. No sabe cuántas carreras disputará este año. Es posible que caiga otra vez el maratón San Fermín de Pamplona o que se apunte a un cumpleaños maratoniano, o sea, acompañar a un amigo a celebrar un maratón el día que cumple 42 años y 195 días. Ella los cumplió hace cinco años dando 105 vueltas a la pista de atletismo de Ordizia. Lo que tenga que correr, correrá, como aquel año que se apuntó al maratón de Zurich, que arranca en la medianoche de Nochevieja, entre fuegos artificiales y besos por el nuevo año. Allí se plantó Idoia. Acabó el maratón a eso de las cuatro de la mañana y para las tres de la tarde ya estaba sentada junto a la familia en Pasaia celebrando la primera comida del año.
Juan Carlos Arregi responde al perfil de maratoniano espartano y disciplinado que va quemando etapas hasta lograr su objetivo. Su regularidad es asombrosa. Ha disputado 52 maratones (los dos últimos en Burdeos, el 9 de abril, y Madrid, el pasado domingo) y 35 de ellos los ha completado en un tiempo entre 2h42m y tres horas. Planifica cada carrera al detalle. En primavera ataca dos maratones que disputa en un intervalo de menos de un mes, y en otoño, otros dos. Cada una de las etapas le lleva cuatro meses de preparación. Finalizados los maratones de Burdeos y Madrid, en julio iniciará los entrenamientos para afrontar el 6 de octubre el maratón de Chicago y en noviembre el de Donostia, que ha corrido 19 veces. Chicago será la cuarta parada en su reto de completar los seis majors (los maratones más prestigiosos del mundo) por debajo de las tres horas. Ya tiene en la mochila los de Nueva York, Londres y Berlín, y le faltan los de Chicago, Boston, que encarará en 2018, y Tokio, aún sin fecha. Meticuloso por naturaleza, corrió su maratón número 50 en casa, en Donostia, portó el dorsal 50 e incluso subió al podio para recibir el homenaje y la txapela conmemorativa de sus compañeros del Donostiarrak.
Como en el caso de Eguimendia, es un habitual de la Behobia (corre desde 1987), donde ejerce de liebre. “Lo que hace duro un maratón”, explica desde la experiencia, “no es la distancia sino el ritmo. Sabes que vas a sufrir y a pasar un mal rato, pero a los dos días de hacer uno ya estás pensando en el siguiente”.
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