KRZYSTOF WIELICKI
ALPINISTA
Fue el primer alpinista, junto a Leszek Cichy, que coronó el Everest en
pleno invierno y el quinto hombre que conquistó los catorce ‘ochomiles’
del planeta.
Krzystof Wielicki es una leyenda del himalayismo. Su generación
rompió moldes en los años 80 con la conquista de las cimas más altas de
la Tierra en la estación más cruda del año. Wielicki logró la primera
invernal al Everest, una hazaña que repitió más tarde en el
Kangchenjunga y el Lhotse. A sus bien llevados 66 años, prepara el reto
de dirigir (que no subir) una expedición invernal al K-2, la segunda
montaña más alta del mundo y la última que resta por ascender en
invierno. De este y otros asuntos habló el pasado miércoles en el Teatro
Principal de Donostia, invitado por el Club Vasco de Camping, que
celebra su Semana de la Montaña dedicada al himalayismo polaco.
En febrero una expedición en la que figuraba Alex Txikon
coronó el Nanga Parbat, la penúltima montaña que quedaba por lograr en
invierno. Dejando al margen el hecho histórico, ¿qué opinión tiene del
estilo que utilizaron?
-El Nanga Parbat es una montaña importante para mí porque es el último ochomil que
subí y lo hice solo. Hay que tener en cuenta que en invierno se había
intentado subir más de 20 veces. Esta última expedición ha sido un
ejemplo claro de cómo se debe comportar el alpinismo en una montaña. No
se trata de competir entre los montañeros sino de colaborar entre ellos.
Al principio iban a ir cada uno por su cuenta, pero vieron que era
necesario que colaboraran para alcanzar la cumbre. Es un gran ejemplo
para los más jóvenes porque hoy muchos jóvenes montañeros solo buscan la
fama, el yo subí, yo fui el más rápido… Hay que trabajar
en equipo. El mayor error de los alpinistas polacos que también trataban
de ascender el Nanga Parbat fue que compitieron en lugar de trabajar
juntos. La tecnología y los partes meteorológicos han hecho que hayan
cambiado mucho las cosas. Antes cada expedición tenía el día que le
tocaba para subir. Si te tocaba mal tiempo, te tenías que dar la vuelta y
no tenías otra opción. Hoy te vale con dos, cuatro o seis personas y
trabajan solo las horas que saben que pueden hacerlo.
¿Qué tiene de especial el Nanga Parbat para que haya sido tan difícil conquistarlo?
-El campo base está a muy baja altura y en la última parte de la
ascensión muchas expediciones se pierden. Llegas a 7.300 metros, ves el
monte delante, pero es fácil perderse. Se perdió incluso Txikon.
¿Al himalayismo polaco le queda una espina clavada por no lograr el Nanga Parbat en invierno?
-Para nada. Estamos contentos de que se haya conseguido porque de
este modo las expediciones invernales cobran sentido. Si en invierno
solo subiéramos ochomiles los polacos, los europeos dirían que es
de locos y que solo los hacemos los locos polacos. Ahora podemos decir
que hay vascos locos, italianos locos… (ríe).
La cordada polaca de Adam Bielecki y Jacek Czech optó por intentar subir por la ruta Kinshofer. ¿No era demasiado arriesgado?
-No, sé puede hacer. Pero yo soy de la generación en la que
primero se hacía, y luego se hablaba, y ellos hicieron al revés. Primero
hablaron y luego trataron de hacer, y terminaron no haciendo nada.
Nosotros no hablábamos del estilo. Íbamos a la montaña y luego veíamos
cómo hacerlo. En invierno tienes que encontrar tu momento. Vi en la
televisión cómo lo explicaban, pero en invierno nunca sabes si el tiempo
te va a dejar ascender. Actualmente hay un conflicto entre nuestra
generación y la de Bielecki. Nosotros subíamos juntos, como un equipo,
no era importante quién llegaba a la cima. Ahora los montañeros dicen:
“Yo tengo que subir a tal cima”. Hemos llegado a un punto en el que se
personaliza cada ascensión. No puedes decir que la gente de Donostia ha
conquistado una montaña sino que debes dar nombres y apellidos, y esto
no me gusta. Las jóvenes generaciones deberían leer algo más sobre
nosotros, acercarse a nuestra generación y entendernos mejor. Saber cómo
hacíamos las cosas. Faltan al respeto al decir que lo que hacíamos
entonces no estaba bien, que ahora se hace mejor. Se empeñan en decir
que Hillary subió al Everest con oxígeno. Vale, pues intenta tú subir en
1953 sin oxígeno. Deben respetar más a las anteriores generaciones.
El K-2 es la última frontera invernal que queda y usted va a liderar una expedición este mismo año.
-Primero tenemos que atar el presupuesto porque es tres o cuatro
veces mayor que para el Nanga Parbat. Tenemos una buena relación con el
Ministerio de Deportes polaco e igual nos pagan la mitad del
presupuesto. Nos falta la otra mitad. Si para mediados de junio no
cubrimos la otra mitad, probablemente aplacemos la expedición al
siguiente invierno de 2017. El equipo será polaco e incluirá a (Denis)
Urubko, que ahora es ciudadano polaco, y puede que esté Alex Txikon si
puede unirse. Sé que quiere unirse.
Se ha intentado tres veces subir el K-2 en invierno y en dos estaba usted. ¿Qué es lo más importante?
- Hacerlo en equipo. Uno de los grupos irá a finales de diciembre
para preparar la ruta y el segundo equipo un mes más tarde. Mejor si
están aclimatados. Lo importante es que el segundo equipo no esté
cansado. Sabemos que si pasas más de 25 días en altura en una expedición
en invierno, acabas muy cansado. Hay que guardar las energías del
equipo que atacará la cima.
Suena raro que un equipo internacional pueda trabajar mejor en equipo.
- Me gustaría trabajar con un equipo internacional. Simone (Moro)
sabemos que no va a ir porque se lo ha prometido a su mujer y busco a
gente con experiencia, como Txikon. Tengo que hablar con él para ver si
quiere unirse. Con los rusos es diferente porque quieren hacerlo por su
cuenta. No hay mucha gente preparada para subir el K-2 en invierno. Hay
que llevar solo a gente que haya subido el K-2 en verano.
Se dice que una expedición de este tipo puede costar 200.000 euros.
-Sí, por ahí ronda el presupuesto.
¿Cuántas personas formarán el equipo?
-Cinco para equipar la ruta y otros tres para llegar a la cima.
El problema es encontrar gente para el segundo equipo; para el primero
es más fácil. Una de las veces que fuimos al K-2 en invierno estuvimos
80 días en altura y realmente luego no se puede subir.
¿Habrá alguna otra expedición al K-2 el próximo invierno?
-Solo los rusos puede ser capaces de hacerlo pero no tienen ahora
suficiente dinero por la crisis de Grazprom. Hace cinco años sí
hubieran podido, ahora solo nosotros estamos preparados para hacerlo.
Pero estaría bien que el último ochomil en invierno lo subiera
una expedición europea en un acto de solidaridad. Nos gustaría compartir
la ascensión. En el alpinismo somos una familia sin importar de dónde
eres.
¿Se llega a disfrutar en una expedición invernal a un ‘ochomil’?
- Sí. Me gusta el invierno. Incluso hay otras montañas que no son ochomiles
que subo en invierno. Las duras condiciones le dan un toque especial,
la hacen más interesante y bonita. Hay más lucha y adrenalina.
Al himalayismo de invierno se le critica su poca o nula creatividad.
-En invierno lo importante es subir, no la creatividad. Siempre
tienes el problema del mal tiempo y no puedes experimentar demasiado.
Solo hay espacio para subir o no subir, normalmente no subir.
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