en la muy recomendable serie Transparent,
un profesor universitario recién jubilado confiesa a su pintoresca
familia que es transexual. Que el respetable Mort Pfefferman en realidad
toda su vida se ha sentido Maura Pfefferman. Que se ha visto siempre
como una mujer en un cuerpo de hombre, vamos. Mort, ahora Maura, se
libera de todas sus ataduras y, para sorpresa de familiares, amigos y
allegados, da rienda suelta a todo aquello que no ha podido expresar
durante largos años. Su familia, exmujer incluida, acepta su nueva
condición sexual con naturalidad. Los diálogos y las escenas que se
suceden en esta tragicomedia en la que se alternan transexuales,
heterosexuales, homosexuales, lesbianas, bisexuales y demás hubieran
sido impensables hace pocas décadas, censura mediante. El pasado martes
se cumplieron 26 años desde que la Asamblea General de la OMS eliminó la
homosexualidad de su lista de enfermedades psiquiátricas. Hablamos de
1990, no de 1890. Transcurridos ya 16 años desde que entramos en este
siglo XXI que todo lo iba a cambiar, hay quienes siguen considerando
(con el ínclito obispo Munilla a la cabeza) que la homosexualidad es una
tendencia sexual “desviada y desordenada”. No sé si siguen anclados en
1990 o en 1890.
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