voy por el tercer capítulo de la primera temporada de Juego de Tronos. Me quedan 57 entregas para ponerme al día. Juego de tronos
no es un género que me apasione, pero no tengo otra si quiero
participar en las tertulias familiares porque suele ser un tema de
conversación recurrente. No sé quién es Jon Nieve, bueno ahora un
poquito sí. Tampoco sé qué es el muro, aunque lo voy intuyendo. Tres
capítulos y ya me he perdido entre tantos nombres, tantas batallas,
tantos muertos y tantas dinastías o como se llamen. Me sucedió lo mismo
con El señor de los anillos. Vi la trilogía porque, si no, me
resignaba a estar tres años callado en las sobremesas. También perdí el
hilo varias veces en el fragor de las batallas. Le pregunto a mi experta
de cabecera en el tema si, en plena sucesión de capítulos, uno se da
cuenta de que las escenas están grabadas en Sevilla, Peñíscola y las
Bardenas. “Ni me he fijado, la verdad”. Supongo que es lo de menos y que
lo que importa es dar más lustre turístico a maravillosos rincones como
el flysch y Gaztelugatxe. Como campaña de promoción, la presencia de la troupe de Juego de Tronos en Zumaia y Bermeo no tiene precio. Siempre ha sido así. En Lesaka aún recuerdan cuando se grabó El cantor de México con Luis Mariano y medio pueblo recreando los sanfermines.
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