viernes, 22 de julio de 2016

Una castaña de Tour

después de dos semanas largas de competición, y a falta de dos durísimas etapas en los Alpes y del paseo triunfal por los Campos Elíseos, lo mejor del Tour son las imágenes desde el helicóptero. Paisajes espectaculares desde el aire y monotonía sobre el asfalto. Entre un Froome que brilla cual robot y unos rivales que bastante tienen con conservar sus posiciones, la carrera está siendo un sopor. Es lo que tiene el ciclismo de los últimos tiempos, sobre todo en el Tour. El todopoderoso Sky (30 millones de presupuesto anual) lo tiene todo tan absolutamente controlado y programado, que no hay lugar a la improvisación, a un Chiappucci que ataque a 200 kilómetros de la meta. La carrera se bloquea y el aburrimiento se apodera del espectáculo. Nada que ver con el último Giro, emocionante como pocos, con un Nibali que desbancó a Esteban Chaves del liderato sobre la bocina, en el último puerto de la penúltima etapa. A nadie se le escapa que el Tour es duro, muy duro, pero quedarán pocos momentos para el recuerdo: el descenso de Froome en el Peyresourde y su ascensión sin bici al Mont Ventoux. Entre tanto minuto vacío, en la representación vasca, amén de Mikel Nieve, sobresale Haimar Zubeldia, un prodigio de regularidad. Quince Tours después, se encuentra entre los 25 primeros.

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