viernes, 14 de octubre de 2016

Esquiar Copacabana

Si se asoman estos días a la tele para presenciar alguna de las pruebas del Mundial de Ciclismo de Doha (Qatar), comprobarán que en las aceras no hay ni Alá. No hay público. Los ciclistas marchan rodeados de una sucesión de rotondas, obras, áreas residenciales de lujo y vallas sin espectadores. Solo en la zona de meta se suele apreciar a un puñado de aficionados que aguanta estoico una temperatura de 35 grados y una humedad insoportable. Como el recorrido es insípido (no hay siquiera una tachuela), las carreras son de siesta y orinal. Organizar un Mundial de Ciclismo en Qatar es como llevar una prueba de esquí alpino a la playa de Copacabana. No hay por dónde pillarlo. A la UCI se la trae al pairo porque solo le interesa ingresar dinero, cuanto más mejor. La Gazzetta dello Sport publicó ayer que Qatar ha pagado diez millones por albergar la competición, cinco más de lo habitual. Supongo que dentro de unos meses o años alguien destapará los trapos sucios. Al igual que a la UCI, a muchos de los organismos que gobiernan el deporte cada vez les importa menos el público, que hasta hace nada era un ingrediente indispensable para el espectáculo. Solo hay que ver los infames horarios de la Liga, rehén del maná de millones que pagan las televisiones.

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