Si los británicos
aprobaron en referéndum su salida de la UE y los colombianos rechazaron
también en una consulta el plan de paz, solo falta que un tipejo como
Donald Trump gane el próximo martes las elecciones de Estados Unidos.
Aunque ninguno de los tres hechos (dos consumados) tienen relación entre
sí, los tres reflejan que nuestra capacidad de sorpresa es ilimitada.
Cuando Trump anunció en 2015 su candidatura a la nominación republicana,
sonó a broma. Nadie daba un duro por él. Hoy es una broma de mal gusto.
Los ciudadanos USA deben elegir entre lo malo (Hillary Clinton) y lo
peor (Trump). Entre una candidata que no motiva a jóvenes y negros y
tiene un pasado asociado al establisment, y un candidato
histriónico, más peligroso que un chimpancé con una pistola. La
posibilidad de que Trump llegue a ocupar el Despacho Oval ya ha
provocado el pánico en las bolsas y en medio mundo antes siquiera de que
se abran las urnas. Es impredecible qué puede ocurrir si el magnate
vence. Del otro lado, Clinton, a pesar de que pueda convertirse en la
primera presidenta de la historia, resulta tan poco seductora para miles
de votantes que los demócratas han tenido que echar mano de todo su
arsenal (con Obama ofreciendo discursos cada minuto) para no perder unas
elecciones que hace un par de semanas tenían ganadas.
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