El
otro día me pidieron
en el centro de salud que, para solicitar cita con el traumatólogo,
enviara el volante a un ambulatorio… por fax. Por fax, sí. Aquí,
en la redacción del periódico, hay un fax integrado en una máquina
que hace de todo: fotocopias, escaneos, reportes… La máquina
también permite enviar o recibir fax pero, que se sepa, nadie lo
utiliza. Está muertito. De vez en cuando llega alguna convocatoria o
alguna carta a la dirección de nostálgicos del fax, pero la mayor
parte del día está muerto de la risa. El correo electrónico mató
al fax como elWhatsapp
ha acabado con los
SMS. Hace la tira de años el fax me pareció el invento más
fascinante del mundo (era muy útil para los periodistas), eso sí,
nunca superado por el autoreverse del radiocasete del coche. Hoy
disponemos de mil sistemas más rápidos, prácticos e interactivos
que el fax. Por eso llama la atención que todavía haya quien lo
use. Leo en esa enciclopedia de primera mano (no del todo fiable) que
es Wikipedia, que la sanidad, las aseguradoras y las finanzas son los
sectores que más utilizan el fax. Vale, ya sé que es relativamente
sencillo disponer de fax desde un ordenador, pero aquí me tienen,
buscando una librería, un consultorio o un despacho de Correos para
enviar el dichoso volante… por fax.
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