No recuerdo haber escrito nunca una carta a Olentzero. Tampoco recuerdo haber celebrado el Olentzero el 23 de diciembre. Y tampoco recuerdo que Olentzero llegara acompañado, ni carreando un saco. Recuerdo que nos juntábamos en la escuela después de varios días ensayando varias canciones, llevábamos a hombros la figura de Olentzero que nosotros mismos habíamos creado y nos juntábamos con los chavales de los otros colegios e ikastolas para cantar. Olentzero llevaba una pipa y a su alrededor colocábamos vino, txistorrra y demás viandas. Íbamos de barrio en barrio cantando y juntando algunas pelillas. Supongo que los tiempos han cambiando y toca adaptarse a nuevos hábitos y costumbres. O que debe ser políticamente incorrecto que una fiesta gire en torno a un carbonero bonachón que le da al pimple y al tabaco. El caso es que hay nuevas pautas difíciles de digerir, como celebrar el Olentzero el 23 de diciembre, que es como celebrar Santo Tomás el 20 de diciembre, Reyes el 7 de enero o San Sebastián el 22. Y hay Olentzeros y Olentzeros. Hace unos días el que organiza Bilbao ofreció una rueda de prensa. Desfiló el día 23 montado en una especie de caballo de Troya y con un traje (nunca mejor dicho) que incluía una especie de pajarita. ¿Se nos ha ido el asunto de las manos o me estoy haciendo mayor?
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