jueves, 26 de enero de 2017

El churro

Todos hemos falsificado alguna vez una firma. Sea la de nuestra madre, nuestra mujer, nuestro hermano o la del vecino del quinto que no está en casa cuando llega el mensajero con un paquete. Es un clásico de la burocracia, siempre que el autógrafo sea para una cuestión de poca monta. La habilidad, si es que se puede hablar de habilidad, consiste en escribir una rúbrica con un trazo diferente al tuyo para, al menos, disimular. Hace años, para trabajar como becario en un periódico que no era este, me facilitaban en la entrada una tarjeta con la inscripción Visita, y luego el jefe de turno tenía que firmar un papel. Más de una vez mi exjefe estampaba un garabato en el que se podía leer Diego Armando Maradona (sobra decir que ambos trabajábamos en Deportes). En más de una ocasión he probado a hacer lo mismo con los comprobantes que te entregan en las gasolineras. Firmas con el nombre que te da la gana, con letra de médico si hace falta, y no pasa nada. Es un mero trámite. Hay una segunda categoría de personas que siempre firman igual. Sus autógrafos son como dos gotas de agua. Y luego está Bárcenas, que para falsificar la rúbrica de su mujer (la que el martes hizo lo que se denomina una infanta), hacía “un churro” con la firma. Y así, firmita a firmita, acumuló 47 millones de euros en cuentas bancarias en Suiza. De puro churro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario