sábado, 18 de febrero de 2017

La proeza de Txikon

Hay que tener toneladas de capacidad de sacrificio y sufrimiento para soportar una sensación térmica de 70 grados bajo cero a 8.000 metros de altura. Y otras tantas toneladas de sangre fría y sentido común para darte la vuelta cuando tienes el objetivo, no a mano, pero sí más cerca que nunca. Alex Txikon se enfrenta estos días a un imposible en las laderas del Everest. Escalar el techo del mundo sin oxígeno embotellado ya es de por sí una hazaña al alcance de pocos. Menos de 200 de las más de 4.500 personas que han pisado el Chomolungma lo han hecho sin recurrir al oxígeno artificial, considerado como una especie de doping en el mundo del himalayismo. Si ascender en verano con tus propios pulmones ya es una proeza, en invierno es complicadísimo (solo tres alpinistas lo han conseguido pero sin cumplir estrictamente el criterio de iniciar y acabar la expedición en fechas invernales). Txikon ha encontrado en las expediciones extremas un hábitat en el que se siente a gusto, aunque suene contradictorio, y no cejará en su empeño de ascender la cima más célebre del planeta. Pero como sucede en el caso del K-2, el único ochomil virgen en invierno, necesitará (ojalá me equivoque) más medios económicos, materiales y humanos para lograr la gesta.

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