viernes, 24 de marzo de 2017

El caldo de cultivo

Formo parte de esa inmensa mayoría de padres que cada fin de semana o cada quince días acudimos a ver competiciones de deporte escolar sin más pretensión que la de animar. Si ganamos, bien; si no, también. Nunca salimos en los titulares de prensa por nuestro buen comportamiento. Por pura casualidad, este año me propusieron arbitrar el típico partidillo entre dos equipos de un mismo club. Un amistoso de chavalas de 10-11 años. Como no sé decir que no, de un partido salió otro (ya de competición) y ya llevo más de media docena con el silbato colgado al cuello. Confieso que la hora y poco que dura el partido es el peor rato que paso de toda la semana. Nervioso es poco. La experiencia me ha permitido comprobar in situ el comportamiento de padres y madres, entrenadores y jugadores. Como en botica, hay de todo, pero se repite un patrón: los equipos son a modo y semejanza de sus entrenadores. Si el técnico es protestón, sus jugadores también lo son. Si es irrespetuoso con el rival y con los árbitros, ídem de ídem. La imagen que proyecta un entrenador es el reflejo de su equipo. A veces la mala educación se suma a una competitividad extrema (estamos hablando de deporte escolar), un caldo de cultivo para que salten chispas que acaban en peleas y titulares en la prensa.

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