Un riojano que viene a
pasar el día a Donostia, se trae de casa un bocadillo de tortilla de
patata, se lo come en el muelle, y toma un helado y un cafelito en la
Parte Vieja, se supone que es tan turista como un americano que se
hospeda cinco noches en un hotel de alto copete y que come y cena en
restaurantes iluminados con estrellas. Turista, en genérico, es la
persona que visita un lugar por placer. El Plan Director de Turismo
2017-2021 que ultima el Ayuntamiento de Donostia distingue, sin citarlos
expresamente, entre turistas gourmets, de alto poder
adquisitivo, y turistas de un solo día, a los que peyorativamente llama
excursionistas. “Hay que decidir si queremos ser un supermercado para
todo tipo de demanda o una tienda gourmet con precios y
márgenes mayores y equilibrio con la vida local”, dice el informe.
Precios y márgenes mayores, han leído bien. Hace tiempo que Donostia se
ha convertido en un destino gourmet, más para unos bolsillos
que para otros. Ahora se estudia gravar con una tasa al turista que
viene a pasar el día (¿con arcos en la calle Mayor que detecten si
llevan bocadillos camuflados?). Solo falta que las ciudades de nuestro
entorno imiten la iniciativa cuando vayamos nosotros de excursión (egun
pasa) a Bilbao, Gasteiz, Baiona... o Logroño.
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