Que en el frenesí de una campaña electoral un polí- tico anuncie con
toda la pompa un proyecto más o menos faraónico que sabe (aunque no lo
dice) que será muy difícil de materializar, entra dentro de la
parafernalia que rodea esos vertiginosos días de palabras que se las
lleva el viento. Si la promesa consiste en construir una instalación
deportiva, el gancho está asegurado porque si de algo podemos presumir
en este país es de nuestra cultura deportiva. Recuerden a aquel político
que hace 20 años propuso construir un velódromo que rodeara la futura
ciudad deportiva de Irun. Dos décadas después, no hay ciudad deportiva y
el Ayuntamiento sigue buscando terrenos adonde trasladar las
instalaciones de Plaiaundi, que tienen fecha de caducidad. El concejal
de Impulso Económico, Comercio, Hostelería y Turismo de Donostia,
Ernesto Gasco, dijo ayer que en esta legislatura se podría concretar la
instalación de un equipamiento artificial de olas para practicar surf.
Apenas aportó cuatro vaguedades, pero el titular quedó muy bonito.
Frente a las promesas, casi siempre se contraponen las realidades. Como
esa que dice que la pista de atletismo del velódromo de Anoeta ha
perdido su homologación porque está muy deteriorada tras 25 años de uso.
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