cuanto más ricos son los clubes de fútbol de elite en sus cuentas corrientes, más pobres se muestran en el respeto que dispensan a sus hinchadas y a su historia. Reciben un maná de millones de las televisiones que retransmiten sus partidos y de los patrocinadores que lucen en el pecho, pero se convierten en rehenes de sí mismos. Si el responsable de la televisión de turno dice que el partido se juega un lunes a la diez de la noche, se cumple el mandato a rajatabla. Con las gradas despobladas, aunque eso es lo de menos. Dinero manda. Si la marca que te paga una pasta por exhibir su ropa te diseña una camiseta que parece un pijama, tragas también con el capricho. Dinero manda. No sé si la elástica que ha creado la empresa de las tres bandas es la más horripilante de la historia de la Real. Sí sé que cuando eres aficionado de un equipo de fútbol, te identificas también con una camiseta, y la que presentó anteayer el club puede ser de la Real o del Bollullos Par del Condado, provincia de Huelva, por mucho que la marca de marras intente justificar que “mantiene la identidad del club”. Como en tantos otros asuntos, en este también la Real demuestra que es un club del montón. Como el resto. Lo siguiente será eliminar las franjas blanquiazules. El Espanyol ya lo ha hecho.
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