viernes, 15 de diciembre de 2017

"Eskerrik asko, gazte"

Me volvió a suceder ayer. Cedí el paso a una persona en la cola del súper (ella llevaba un artículo y yo un carro), y me devolvió el cumplido con la expresión de marras: “Gracias, caballero”. Con una sonrisa, le dije: “De nada, pero casi mejor sin lo de caballero”. “Entonces, gracias, señor”, me contestó. “Pues casi como que tampoco”. No era mi intención (se lo decía de buen rollo), pero la dejé sin palabras. Vamos, que si le llegó a responder con un “caballero es el que monta a caballo” (alguna vez lo he pensado), todavía se monta un pollo. No me pregunten por qué, pero no me gusta que cuando alguien se dirige a mí, me llame señor o caballero. Tampoco que me hablen de usted, aunque, como ven, en este texto les hablo de usted (contradicciones que tiene esta profesión). El uso del don o doña no diré que es rancio para no herir sensibilidades, pero vamos, como que tampoco. Ya sé que el utilizar términos como caballero o señora son normas de cortesía y educación, sobre todo entre la población sudamericana, acostumbrada a emplear el usted como nosotros el tuteo. Y ya sé que uno va teniendo una edad y la alopecia asoma desde hace tiempo, lo que provoca que te caigan encima cinco o diez años más de lo que tienes en realidad. Pero como que no. Así que si alguna vez les cedo el paso en la cola del súper, basta con un “eskerrik asko, gazte”. Y tan contentos.

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