Larun es la única cima de Euskal Herria en la que pueden coincidir, y coinciden, una montañera con botas y mochila a la espalda, y un turista parisino con zapatos de charol y chupa de cuero. Ella sube a pie;él, en el funicular. Es también la cumbre vasca más urbanizada. A este lado de la muga hay tres bentas desde las que disfrutas de una panorámica impresionante mientras saboreas una paella y, al otro lado, las instalaciones de los repetidores de los canales de televisión franceses. Larun es para los vecinos de Bera, Azkaine, Sara y Urruña lo que la bahía de La Concha para un donostiarra: su marco incomparable. Una atalaya desde la que oteas las playas de las Landas, la costa vasca o los Pirineos. Con el pretexto de mejorar la accesibilidad a las personas con movilidad reducida, el Departamento de los Pirineos Atlánticos pretende construir una pasarela-mirador colgante que rodee buena parte de la cima. No hay que ser un lince para ver que detrás de semejante operación urbanística hay también una operación para multiplicar el negocio de la explotación del funicular. Larun es la mayor atracción turística del Departamento (340.000 visitantes al año, equiparable al Aquarium de Donostia), la gallina de los huevos de oro. Pero, con la excusa de la accesibilidad, no todo vale.
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