Mondragon Unibertsitatea ha organizado el 26 de mayo en el campus de Eskoriatza una jornada titulada Viaje al silencio: reflexiones sobre las claves de un desarrollo humano pleno. El silencio. Un compañero que reside muy cerquita de Polloe dice que no hay como vivir al lado de un cementerio para disfrutar del silencio. Con los años, me he convertido en un apologista del silencio. En concreto, del silencio entre las 22.00 y las 8.00 horas. Entre esas horas, minuto arriba, minuto abajo, debería estar prohibido hasta pasar las hojas del periódico. Apoyaría una normativa como la alemana, que prohíbe el ruido de lavadoras, teles, lavavajillas y demás aparatos a partir de las diez de la noche, y destierra a las aspiradoras los fines de semana. Hay pocas cosas que te molesten más que tu vecino pateando la casa con zapatos a las tantas de la mañana. Poca broma con el silencio. Decía ayer en La Vanguardia Mariano Bueno, experto en Geobiología, que el ruido por encima de 55 decibelios (el equivalente al que produce un lavavajillas) puede provocar una bajada de defensas, un aumento de enfermedades infecciosas, incremento de la presión arterial y alteración del ritmo cardiaco, una subida del colesterol, además de estrés y ansiedad. Así que mucho ojito, y mucho silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario