Hay políticos que tienen
tal verborrea, que hablan tanto y tantos días que, al final, quedan
atrapados por sus palabras. Pongamos, por ejemplo, a Inés Arrimadas y
Albert Rivera. Muy cargantes ambos. Muy cansinos. Están todo el día rajando.
No callan ni debajo del agua. Tan pronto opinan sobre el nuevo
entrenador del Madrid como critican la última decisión de Torra. Aquí,
en casa, somos más de figurar. Nuestros políticos son más de aparecer en
las fotos, si puede ser todos los días, mejor, y echar un pequeño
discurso. Hasta hace nada, Pedro Sánchez era también de la especie de
políticos pegados a un micrófono. Hablar y hablar, y prometer, también
suelen ser mucho de prometer. En febrero de 2015 Sánchez dijo: “Es
inmoral tener al número tres de tu organización que ha creado una
sociedad interpuesta para tributar la mitad de lo que le correspondería.
Esa persona al día siguiente estaría fuera de mi ejecutiva”. Se refería
a Juan Carlos Monedero, que meses después dimitió de sus cargos en
Podemos. Màxim Huerta se ha convertido en menos de una semana en el
Monedero del nuevo Gobierno socialista. De récord mundial lo de Màxim El Breve. Y, por cierto, un periodista que en su comparecencia de ayer no admitió preguntas. De libro.
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