La Real jugó su último partido en Atocha el 13 de junio de 1993. Antes de que las máquinas entraran a derribar el viejo campo para levantar bloques de pisos, el terreno de juego (o lo que quedaba tras llevarse la masa blanquiazul trozos de césped) permaneció en una especie de limbo. Se jugaron partidos de Regional y hasta de solteros contra casados. Por regla general, los estadios de fútbol no se alquilan para pachangas. Vamos, que si quieres darte el capricho y jugar unpenaltis y pases con tu cuadrilla en el nuevo estadio que se está levantando en Anoeta, va a ser que no. Vayamos al ciclismo, uno de los pocos deportes en los que puedes disfrutar (y sufrir, sufrir mucho) en el mismo escenario que los profesionales. Puedes ascender los grandes colosos de Pirineos, Alpes y Dolomitas (si hablamos del Giro) y pensar cómo demonios los ciclistas suben por sus rampas a 20 km/h si tú apenas superas los 5 o 7 km/h. O puedes recorrer la contrarreloj de mañana entre Senpere y Ezpeleta mapa en mano, porque dichoso el que encuentre el bucle de cinco kilómetros en Zuraide entre un laberinto de caminos vecinales. Luego, te echas una birra y esperas en la cuneta el paso de los ciclistas. Y no, no hay que tocar a los ciclistas como si fueran ganado. Basta con animarles. Del primero al último.
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