En el mercadeo del fútbol de elite, pagar seis millones de euros por un jugador, no diré que es poca cosa, pero sí que es bastante común. En el verano de 1996, seis millones de euros eran 1.000 millones de pesetas. Un pastizal. El Valencia pagó esa cantidad, la cláusula de rescisión, por fichar al centrocampista de la Real Valery Karpin, que solo nueve meses antes había ampliado su contrato con el club donostiarra. El culebrón se resolvió en unas pocas semanas, pero en una de las ruedas de prensa de esos días en las instalaciones de Zubieta, Karpin, con ese rictus de tipo mosqueado que solía gastar, dirigió una pregunta a un periodista (creo recordar que de ETB), que llevaba implícita una comparación bastante desafortunada. Como el personal no entendía que Karpin dejara la Real por irse al Valencia, el jugador ruso se dirigió al plumilla de esta guisa: “Y tú, ¿no dejarías ETB por ir a Tele 5?”. La cara de póker que puso el periodista fue su mejor respuesta. Entonces, como ahora, los futbolistas también besaban el escudo de la camiseta. Hoy el del Murcia y mañana el de la Fiorentina. Los románticos del fútbol, con excepciones, se retiraron en los años 80. Karpin, por cierto, no triunfó en el Valencia sino en el Celta y colgó las botas... en la Real.
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