Ver una película en una pantalla de 9,7 pulgadas y con auriculares debe ser el equivalente a leer en un periódico solo el horóscopo, las esquelas y el tiempo. Así que poco tengo que reprochar a los lectores que, entre las decenas de páginas que publicamos los diarios, escogen únicamente las que les informan sobre quién ha muerto, si viene sol o lluvia, o si la jornada les será propicia o para olvidar. En casa tengo a mano una pantalla de televisión de un tamaño tirando a grande, pero llevo ya meses viendo series y películas en una pantalla pequeña... con auriculares. Supongo que me pierdo mil matices. Detalles que se me escapan. Un contrasentido, vamos. No sé si es comparable a lo que sucede desde hace un tiempo en los festivales de cine, que proyectan estrenos de series de televisión (pantalla pequeña) a la altura de estrenos de cine en pantalla grande. Hoy, por ejemplo, se exhibe Gigantes en horario estelar en el cubo grande del Kursaal. Hace ya un tiempo que las series se han abierto camino en los certámenes más prestigiosos (poderoso caballero es don dinero) y no da la impresión de que haya vuelta atrás. Así que supongo que los cinéfilos deberán acostumbrarse a la cohabitación de series (algunas de ellas de gran calidad, por cierto) y películas. Continuará...
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