Durante años, en una pared de Málaga se podía leer Malaga Euskadi da. La pintada formaba parte de una iniciativa de Agustín Parejo School, un transgresor colectivo cultural que permaneció activo de 1982 a 1994 y que, entre otras acciones, se propuso vestir a vendedoras de claveles con txapela y a aizkolaris con traje de faralaes. Te pones ahora, en pleno siglo XXI, a pintar en cualquier lugar de la piel de toro una frase similar en un mural y, como poco, acabas declarando ante un juez en la Audiencia Nacional. Se lleva el trazo grueso. No hay más que repasar la sarta de improperios que ha recibido el PSOE de La Rioja por proponer -proponer, no imponer- que el euskera y el español fueron incluidos en el nuevo Estatuto de la comunidad “como un elemento esencial de su acervo histórico y cultural, constituyéndose así como lugar de encuentro de todas las lenguas españolas”. Los de siempre salieron en tromba como un elefante en una cacharrería para atizar a los socialistas manipulando lo que hiciera falta. Porque una cosa es la propuesta del PSOE (que puede ser acertada o no), otra acusarle de querer imponer el euskera en La Rioja y el más allá es lo de Pablo Casado, que dijo que se buscaba la equiparación del euskera con el español.... en La Rioja. Si es que da la risa. Pues eso. Malaga Euskadi da.
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