Perejil en todas las salsas, Josu Goia era capaz una misma mañana de tocar la Diana con los txistularis en la festividad de San Esteban, sentarse en la parroquia en el asiento reservado al alcalde o a los concejales, interpretar varias piezas al órgano durante el oficio religioso, bajar las escaleras de la iglesia junto al resto de la Corporación y tomarse luego unos vinos en el Errekalde con amigos y vecinos.
Polifacético es quedarse corto. Fue alcalde, concejal, parlamentario, bombero voluntario, músico, director de la banda, escultor, escritor y un montón de oficios más, pero fue también, junto a un buen número de beratarras con inquietudes sociales y culturales, el precursor de iniciativas que han enriquecido la vida de una localidad que en los 80 supo recuperar tradiciones que se habían perdido durante la dictadura franquista. El Glin-Glan o los Iñudek eta artzaiak son solo dos muestras de las raíces que Josu Goia y compañía rescataron del olvido y se mantienen hoy. O Berako Oihua, el programa de fiestas, que no nació como un programa sino como una revista. O Iamotenea, la sede del Gure. O dantzas, o piezas musicales, o decenas de proyectos culturales que se han transmitido luego de generación en generación.
“Era como Dios, estaba en todas partes”, dice una vecina sobre Josu. Su impronta se deja ver nada más llegar a Bera, con la escultura en recuerdo a los Baroja. La talla de piedra o de madera fueron solo dos de las habilidades de un hombre capaz de interpretar diez instrumentos y de hablar con erudición de lo divino y lo humano. Si tenías de visita a amigos, te daba diez folios en los que explicaba la historia de Bera a modo de itinerario turístico. Incontables las veces que ha tocado el órgano de la parroquia que hoy sonará en su honor. Lo mismo daba una tema de Benito Lertxundi, que una jota o una salve rociera, cuando ese órgano suena se te ponen los pelos de punta aunque seas el más agnóstico de los fieles.
Abertzale y euskaltzale, fundador de HB, no rehuía la polémica, propia y ajena. Hombre de mil anécdotas, dos de sus pasiones eran el monte y esquiar. Suele contar un amigo que en cierta ocasión fue a esquiar a los Alpes en cuadrilla con Josu. Como era conocida la propensión de Josu a roncar (fuerte), nada más llegar al apartamento en el que se alojaban, sacó de los bolsillos varios pares de tapones que repartió entre los presentes. La sinfonía nocturna fue de las de recordar.
Goian bego, Josu.
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