Hace una semana escribí un mensaje a Iñaki, un amigo que trabaja de taxista. Como me da su permiso para reproducirlo, ahí va: “Iñaki, si no es mucha molestia, el sábado, cuando traigas a Eider y sus amigas de carnavales de Lesaka, déjale en la puerta de casa”. Como siempre, Iñaki cumplió. Hace años, nuestras madres y padres (ellas más que ellos) pasaban la noche en vela cuando salíamos los sábados de farra porque eran más o menos frecuentes los accidentes de tráfico con jóvenes involucrados. Si no tenías coche y querías ir al Bordatxo, te las apañabas para ir y venir con algún conocido. Hoy las madres siguen pasando las noches en vela, no ya por los accidentes de tráfico, sino por los malnacidos que agreden, violan y humillan a las mujeres. Sí, ya sé que hoy no es el día contra la violencia de género (se celebra cada 25 de noviembre), pero, de entre todas las lacras y desigualdades que sufren las mujeres y que hoy sonarán con más fuerza que nunca, los crímenes machistas, los maltratos y las agresiones sexuales están en el vértice de la pirámide. Solo en 2018 hubo más de 4.200 en Euskadi.
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