El adiós de Gran Bretaña a la UE se ha convertido en un laberinto de tal magnitud que cuesta encontrar la salida. Se ha convertido en un enrevesado culebrón, no ya de verano sino de las cuatro estaciones enteras. El próximo viernes 29 de marzo a medianoche (23.00 horas en Londres) es el día y la hora fijada para el bye bye. Pero a día de hoy (el guion cambia casi a cada minuto) nadie se atreve a pronosticar el final. El miércoles Theresa May se someterá a una nueva reválida, la votación en el Parlamento por tercera vez de su plan de salida de la UE. Eso si se lo permite John Bercow, el muy honorable speaker de la Cámara de los Comunes que, de momento, no está por la labor. La solución también puede llegar antes, el lunes, que es cuando la premier acudirá al Parlamento para dar cuenta de sus reuniones de esta semana con los líderes europeos. Si May logra el lunes el respaldo a su plan, aquí paz y después gloria. Pero si algo es consustancial al brexit
es que depara sobresaltos continuos. Entre medias, asoman en el horizonte unas elecciones europeas que a dos meses vista no se sabe si serán con 27 países y 705 escaños, o con 28 países y 750 escaños. Y a todo esto, hoy se espera que en Londres se manifiesten más de 700.000 personas para pedir un segundo referéndum. ¿Algún experto en la sala?
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