En los dos últimos meses no sé si vengo a trabajar a Donostia o al Sestao de los altos hornos de los 80. Lo digo por lo de la contaminación, que debe ser un fenómeno muy sibilino porque ver, lo que se dice ver, no se ve por ningún lado en esta ciudad de postal. Hace un mes se dispararon las alarmas después de que no cayera una gota de agua durante tres semanas. A punto estuvimos de ir por la calle con mascarillas, como en Tokio. El Ayuntamiento incluso aconsejó, con más voluntad que éxito, no utilizar el vehículo particular en las horas punta de tráfico. Sin ánimo de restar importancia al asunto, en este indicador de calidad de vida hemos ido para atrás porque, si se consulta la hemeroteca, resulta que Donostia era hace nada, en 2007, una de las cuatro ciudades del Estado con menor contaminación del aire, según un estudio del Ministerio de Medio Ambiente. Así que se ha pasado de rozar el podio a que nos recomienden que eso de correr al aire libre por las mañanas, mejor evitarlo. Que a esas horas se registra el nivel de polución más alto del día. Nos aconsejan que entre semana corramos por el Paseo de Miraconcha a última hora de la tarde y los festivos, al mediodía. A esas horas, contaminación no sé si habrá, pero gente paseando por el mismo lugar que corremos, eso suele haber a patadas.
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