Una empresa con sede en Madrid ha importado desde Estados Unidos un soporte publicitario que convierte a hombres y mujeres en anuncios andantes. Es el hombre-anuncio del Compro oro, pero en versión cool y millennial. Los impulsores de esta iniciativa no quieren oír hablar de comparaciones con el hombre-anuncio, una práctica prohibida en muchas ciudades por vejatoria y degradante, pero las semejanzas son inevitables. Eso sí, donde unos muestran cartón-piedra, aquí se recurre a tecnología. El negocio de esta empresa consiste en instalar en la parte trasera de una mochila una tablet que va proyectando anuncios. La mochila es transportada por personas, en su mayoría jóvenes, de camino al trabajo o a la universidad, de modo que en sus trayectos emiten publicidad de variopintas marcas vía tablet. Los peatones-anuncio, llamados hiker,reciben por su trabajo unos 100 o 150 euros al mes o descuentos de las marcas que publicitan. De contratos nada se sabe porque si algo distingue a estas empresas y otras del mismo pelo (léase Deliveroo, Glovo o Uber Eats, la Uber de la comida a domicilio que acaba de aterrizar en Bilbao) es que, cuando se menta su relación laboral con los trabajadores, miran hacia otro lado. Transparentes por fuera y opacas por dentro.
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