Ernesto Valverde ha ganado las dos ligas que ha disputado como entrenador del Barça. Además del campeonato doméstico, en dos temporadas ha logrado también una Copa y una Supercopa. Pero, a decir de una legión de comentaristas futboleros, es un fracasado. En estos últimos tiempos, la fina línea que separa el éxito del fracaso cae siempre del lado del fracaso. Si no ganas el doblete, el triplete o el Trofeo del Tete, eres un fracasado. Como, además, la paciencia ha dejado de ser una virtud, estamos rodeados de fracasados que son sentenciados a golpe de tuit. La estupidez humana ha llegado a tal punto que personas que triunfan y se rigen por el sentido común (léase Valverde) son fracasados, y tipos que van de derrota en derrota y dicen una cosa por la mañana y la contraria por la tarde (léase Pablo Casado) convierten los varapalos en victorias. El líder del PP ha fracasado en todas las citas electorales que ha afrontado desde que tomó las riendas del partido. El domingo el PP sufrió su peor derrota en la Comunidad de Madrid desde 1991 (perdió 18 escaños) y la mayor derrota de su historia en el Ayuntamiento capitalino (seis concejales menos). Pero ahí estaba Casado abrazado a los dos candidatos y celebrando no sé sabe muy bien qué. Un tipo de éxito, no cabe duda.
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