La escena sucedió el martes pasado. Y como fui testigo presencial, la cuento. Que para eso estamos. Un conductor aparcó su coche en una plaza reservada para personas con discapacidad (sobra decir que no sufría discapacidad alguna). Un peatón que pasaba por allí le llamó la atención. Adivinen quién se llevó la bronca: el peatón. El conductor salió del coche hecho un basilisco, recriminó al peatón que le dijera que no aparcara en un lugar que no debía y se dirigió a su destino, un comercio del que le separaban quince metros. Por supuesto, no retiró el coche, a pesar de que a 200 metros hay un amplio aparcamiento. Faltaría más. Escenas como esta suceden con cierta frecuencia. Juan Larreta, un pamplonés que sufre esclerosis múltiple, se ha convertido en el azote de lo que denomina “okupas motorizados”. Ha abierto una cuenta en Instagram (Okupas motorizados) en la que publica fotos de vehículos que estacionan de forma ilícita en aparcamientos destinados a discapacitados. “Son solo cinco minutos”, suele ser la excusa habitual de los jetas que aparcan en una plaza destinada a hacer la vida más fácil a quien padece una discapacidad. “Si alguien quiere aparcar en nuestros sitios, yo le cambio mi tarjeta por sus piernas”, afirma el bueno de Larreta. Necesitamos más Larretas en este mundo.
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