viernes, 28 de junio de 2019

Chernobyl

El otro día, un escritor y columnista de cuyo nombre no quiero acordarme, aunque se llama como yo y se apellida como una diseñadora de moda que estuvo casada con un periodista que no tiene abuela, pegó un palo a Chernobyl y, ya de paso, a todos los que ven (vemos) series. El palo a la serie de HBO puede tener un pase. Al fin y al cabo, es una serie sobre rusos hecha por estadounidenses y ya se sabe que los malvados rusos siempre son los malos de la película. Más allá de filias y fobias, Chernobyl es una buena serie que te deja un punto de intranquilidad. Porque este paraíso en el que vivimos está a medio camino de dos centrales nucleares: al norte, la de Blayais, muy cerca de Burdeos;al sur, la de Garoña. Y cuando ves las consecuencias que provocó la explosión del reactor 4, no puedes dejar de pensar que estamos rodeados de nucleares. Decíamos que el señor escritor también aprovechó para atizar a los autodenominados prescriptores: gentes que te recomiendan esta o aquella producción. “Las series se han convertido en el libro de los que no leen”, decía el susodicho. Puede ser. Pero series ha habido, hay y habrá toda la vida. Solo que ahora ha cambiado el modo de consumirlas y el volumen. Hay tropecientas, algunas muy buenas. Es cuestión de escoger. Yo, con permiso del señor escritor, les recomiendo dos: Mad men y Happy Valley, esta última de la mismísima BBC.

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