Está uno en esa edad en la que no sabe si es joven, viejo o todo lo contrario. Más cerca de los 50 que de los 40. Los 50 de ahora son los 60 de hace medio siglo. Antes con 50 eras casi viejo, y ahora con 50 eres casi joven. De la crisis de los 40 hemos pasado al síndrome de los 50. Sesudas investigaciones aseguran que la felicidad empieza a los 50. Cumplir 50 años se ha puesto de moda. Más que cumplir, celebrarlo. Soplas 50 velas y te cae una comida sorpresa de la familia, un finde con las amigas en fiestas de Cenicero o una noche de darlo todo. Modas. Frente a tanta gaita, un estudio presentado esta semana por la Fundación Compromiso y Transparencia asegura que más de siete de cada diez empresas del Ibex 35 presta “muy poca o nula” atención a los trabajadores de más de 50 años. Tenemos la mejor generación de jóvenes de la historia, vale, chavales a la última, que cursan siete másteres, hablan cuatro idiomas y se desenvuelven por el mundo como pez en el agua, pero la experiencia siempre es un grado. Los trabajadores de más de 50 años aportan un plus que cada vez se valora menos. Son ellos quienes nos enseñaron cómo se enfoca el titular de una noticia, cómo se emplastece una pared antes de pintarla, cómo se hace una buena masa antes de hornear el pan o cómo se cambia la junta de la trócola.
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