“Si tú o yo queremos viajar de Tánger a la península, nos basta con pagar 30 euros y montarnos en un vuelo barato. Ellos (los inmigrantes) pagan 2.500 euros a una mafia para cruzar el Estrecho en una patera que puede acabar en el fondo del mar”. Carmen Garrido, educadora de la Transpirenaica Social Solidaria, hace la reflexión mientras caminamos junto a una treintena de jóvenes y refugiados en riesgo de exclusión, en la tercera etapa de la travesía que partió el sábado de Hondarribia y llegará a mediados de julio al cabo de Creus, en aguas del Mediterráneo. Vamos de Elizondo al alto de Urkiaga, en Kintoa, a un paso del embalse de Eugi. Un territorio plagado de mugarris. Muchos de los chavales se sorprenden al comprobar lo sencillo que resulta pasar de un territorio a otro. “Pasa lo mismo cuando llegamos a Andorra y les explicamos que entramos en otro país”, abunda Carmen. El monte y todos los valores que transmite es el vehículo que sirve a los chavales para integrarse en una sociedad en la que a menudo se sienten excluidos. Chavales como Mbarek, Abdala o Abrhay, un eritreo, pura fibra, enjuto, que a los diez años dejó su aldea en chancletas y cruzó el Sáhara y el Mediterráneo, buscan su sitio en la sociedad... y en la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario