“Mira el horario del partido de la Real, pag. 56”. “La clasificación de Primera es de la semana pasada”. De cuando en cuando, Mariano Ferrer enviaba a esta redacción mensajes con errores que aparecían en el periódico. Otras veces llamaba. Con una educación exquisita, casi pidiendo perdón, te comentaba algún gazapo o gazapillo. Como aquel día que telefoneó porque la víspera había ido a ver una película y resulta que llevaba una hora proyectándose en la pantalla: habíamos publicado erróneamente la hora de comienzo del filme en las páginas de la Cartelera, y el bueno de Mariano se había quedado sin película. Desgraciadamente, cada vez quedan menos Marianos que dediquen seis horas los domingos a leer periódicos, como confesaba en una entrevista en diciembre de 2018 en Alda, la revista que edita el sindicato ELA. Y escasean también los analistas finos, brillantes, que verbalizan o ponen negro sobre blanco aquello que tú opinas pero no sabes expresar ni con palabras ni en letra impresa. Mariano Ferrer era uno de ellos. Daba en el clavo, tanto que textos que escribió hace diez o quince años se pueden leer hoy sin que casi hayan perdido actualidad. Solo hace falta cambiar de nombre al partido político o al presidente de turno.
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