Mosqueados andan algunos corredores del encierro que estaban acostumbrados a lucir palmito ante las astados. En el Mundial de Atletismo de Cabestros, que es como define al actual encierro nuestro excompañero Guillermo Nagore (suele recordar que en su día recibió una cornada de un morlaco), Messi y Ronaldo son los amos de la barraca. Los dos mansos pertenecen a una ganadería que, cómo no, se llama El Uno, y le han dado la vuelta al calcetín del acontecimiento por antonomasia de los sanfermines. Los bueyes parecen toros y los toros parecen mansos. Lo dijo ayer Javier Solano, la voz de la carrera. En los últimos 20 encierros, solo uno ha superado los tres minutos de duración, lo que da idea de que esto ya no es lo que era. Se llevan los cabestros atléticos, convenientemente entrenados en el campo. Solo les faltan unos tatuajes, un poco de gomina y cláusulas de rescisión de contrato. Arrasan los cabestros, que llevan a rebufo, con la lengua fuera, al rebaño de toros. Y, claro, no es lo mismo. En esencia, el encierro consiste en llevar a los toros desde los corrales a la plaza. Ahora no hay Usain Bolt que supere a semejante cuadrilla de mansos a veintitantos kilómetros por hora. Y me pregunto: ¿Inés Arrimadas, alias la Montapollos, qué tiene que decir al respecto?
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