España debe ser el único país del mundo en el que a los fascistas se les llama nostálgicos. Como si se tratara de los fans de un cantante fallecido hace décadas. Debe ser también el único país que tilda de “anomalía” el hecho de que durante 44 años se haya exaltado con dinero público a un dictador en un mastodóntico mausoleo levantado por sus víctimas. Es también el único país del mundo en el que recordar a más de 100.000 asesinados que yacen en las cunetas es tildado por los de siempre como un “raca raca” (“todo el día con la guerra del abuelo y las fosas”, dijo hace unos años Pablo Casado). El PP de Casado que, junto a su muleta, Ciudadanos, se puso de perfil y se abstuvo cuando se modificó la ley de memoria histórica que permitió ayer exhumar a Franco. España tiene el dudoso honor de ser el segundo país del mundo con más fosas comunes. Solo le supera la Camboya de Pol Pot. 44 años después, hubo que asistir ayer a un espectáculo (no tiene otro nombre) lamentable. Una absoluta falta de respeto a las miles de víctimas del genocida entre 1936 y 1975. Solo faltaron las salvas militares. Sirva al menos la exhumación como primer paso al que deben seguir unos cuantos más. Por ejemplo, la devolución por parte de la familia Franco de todos los bienes de los que se apropió ilegalmente y, sobre todo, la reparación, con dignidad y justicia, a las miles de víctimas del sátrapa.
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