Como somos de Ciencias, el otro día estuvimos echando cuentas. Si en China viven 1.400 millones de chinos y las autoridades han decidido confinar a 41 millones de paisanos, eso nos sale a que han puesto en cuarentena al 2,9% de la población. Si hiciéramos una comparativa con Gipuzkoa, hablaríamos de unos 20.000 vecinos encerrados en sus casas. El coronavirus no es ninguna broma, pero a veces da la sensación de que nos invade una histeria colectiva con enfermedades contagiosas que tienen una probabilidad remota de afectarnos y, sin embargo, pasamos de puntillas con otras que sí causan muertes a la vuelta de la esquina. Pongamos que hablamos de la gripe. En la temporada 2017/2018 causó más de 6.000 fallecimientos en España, ya fuera de manera directa o indirecta. Y se calcula que cada año provoca decenas de miles de muertes en el mundo. La cautela no está reñida con la serenidad. En estos casos conviene acordarse de la gripe A. La Organización Mundial de la Salud calculó que habría 150 millones de muertos. Aconsejó a los gobiernos que almacenaran vacunas contra el dichoso virus. Los países hicieron acopio de fármacos por valor de 4.900 millones de euros. En España se usaron solo dos de las trece millones de dosis. Fallecieron 15.000 personas en todo el mundo. Pero la industria famacéutica se hizo de oro.
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