De Mugaire a Bera hay 24 kilómetros. En ambos márgenes de este tramo de la carretera N-121 hay nueve gasolineras. Solo en Bera hay seis gasolineras. Más que farmacias (cinco), que no son pocas desde que Santiago Cervera liberalizó la apertura de boticas en Navarra. No tengo nada en contra ni de las gasolineras ni mucho menos de los trabajadores que se ganan el pan en los surtidores. El aumento del número de gasolineras (algunas casi exclusivas para camiones) en este trayecto de la N-121 permite contextualizar el problema de tráfico y, sobre todo, de peligrosidad, que sufre este vial. Desde que en junio de 2009 se abrieron los primeros kilómetros de la entonces carretera recién reformada, el incremento de camiones es más que evidente. Hoy son 3.000 diarios. Ahorran tiempo al evitar la autovía de Leitzaran, ahorran dinero en forma de peajes en la A-8 y los arcos de la N-I, y castigan menos sus vehículos desde que Belate dejó de ser un puerto de montaña. El problema de la N-121 no es solo la gran cantidad de camiones para una carretera que no se construyó para soportar semejante volumen, pero es un hecho que la siniestralidad descendió cuando hace un par de años se limitó el tráfico de vehículos pesados por las obras de los túneles de Belate. Y ahí, el padre de Mikel Manzano dio en el clavo.
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