30 de marzo de 1988. Miércoles. Operación Salida de Semana Santa. Almacenes de Pinturas Iztieta, de la mano de Ignacio Villarrubia, txuri-urdin hasta la médula, ha montado un autobús para presenciar la final de Copa y, como servidor es hijo de pintor y de la Real, se apunta. 17 añitos. Viajo con mi primo Joxemari, tres años mayor (ahora no les dejaríamos viajar solos a nuestros hijos). Es la primera vez que voy a Madrid y la primera que visito el Bernabéu. Una expedición de lujo, con noche antes y después del partido en un hotel de cuatro estrellas al lado del Pirulí, entrada en tribuna y mil detalles. No sé si ahora se estila, pero entonces Iztieta organizaba viajes de este tipo. En otra ocasión nos desplazamos en autobús a Suiza, al partido de ida de la Copa de la UEFA contra el Lausanne, con campeonato de mus, trofeos y txapelas incluidas. El caso es que nos las prometíamos felices en el Bernabéu, con una Real que había hecho un temporadón y un Barça que apenas llevó aficionados (su fondo estaba casi vacío) y que vivió el famoso Motín del Hesperia. Felices e ilusionados hasta que Alexanco nos bajó de la nube y la Policía Nacional empezó a repartir palos. Lo peor de una final es la cara de gilipollas que se te queda si pierde tu equipo. Así que, 32 años después, toca desquitarse en Sevilla.
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