Nos las prometíamos felices esta temporada de primavera-verano. Final de Copa, Giro, Eurocopa, Juegos Olímpicos y todo lo que un aficionado al deporte puede echarse al coleto: clásicas belgas y del norte, Itzulia, Champions League, Final Four, el Bera Bera acariciando otro título de Liga, la Zegama-Aizkorri, la final del Campeonato de Parejas, el comienzo del Manomanista... Solo queda en pie el Tour y no se sabe por cuánto tiempo. La salida de la carrera en Niza está prevista para el último sábado de junio y todo hace indicar que será la próxima gran competición que se caerá del calendario. Si hasta los sanfermines andan tambaleándose. La vida aplazada, tituló hace unos días acertadamente un compañero. El deporte, como no podía ser de otra manera, ha pasado a un segundo plano. Tanto aplazamiento, que no suspensión, está provocando que más de una competición se haya trasladado o se vaya a trasladar a septiembre, octubre o noviembre. Pero, que se sepa, un mes no tiene 60 días y no hay calendario que sostenga todas las carreras y competiciones que está previsto que se celebren entre finales del verano y otoño. Alguna, de hecho, corre el riesgo de desaparecer, no este año sino de por vida.
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