Ni era ni soy amigo de las discotecas, pero reconozco que aquella me cambió la vida. Para bien. Éramos más de la sala de fiestas Bordatxo que de aquel local con nombre de caserío pero, por alguna razón, aquella noche caímos allí. De pie. Qué alto eres. Qué alta eres. Cómo te llamas. De dónde eres y tal... hasta hoy. Creo que no he vuelto a pisar una discoteca desde entonces. La nueva normalidad, o como quiera que se llame este raro tiempo en el que vamos por la calle con una mascarilla y esquivamos a la gente, se estrena precisamente con novedades en las discotecas. Pueden abrir, pero con un aforo limitado al 60% y sin pista de baile. Es justo lo que algunos venimos reclamando desde hace décadas. Si había discotecas sin alcohol, ya era hora de que hubiera discotecas sin baile. ¿Qué necesidad bailar? No están nuestras caderas para imitar a Travolta. Somos más de mover el esqueleto con un leve movimiento de hombro para adelante sin que se caiga el cubata, así que esta es nuestra oportunidad. Lo dejó claro ayer Arantxa Tapia, que lo mismo te presenta un plan renove de máquina herramienta, que te da las nuevas pautas en las discotecas: "En las pistas de bailes se deberán colocar mesas". Qué gran oportunidad se abre para organizar campeonatos del mundo de mus. O de tute. Fiebre de sábado noche, yeah.
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