El partido político que incluya en su programa electoral la creación de la doble nacionalidad guipuzcoano-navarra tiene ganado mi voto en las próximas elecciones, las siguientes y las siguientes. Quienes residimos en Navarra pero trabajamos en Gipuzkoa, y cruzamos a diario de un territorio a otro de la forma más natural del mundo, llevábamos más o menos bien lo de las festividades. Sales el 3 de diciembre de Navarra que parece que ha pasado un meteorito porque está todo quisqui de fiesta, y llegas a Gipuzkoa, que vive un día laboral como otro cualquiera. Y a la inversa sucede el 31 de julio. Nos conocemos todas las fiestas, patronos y vírgenes de ambos territorios, y también las de Iparralde, que incluyen armisticios, la toma de la Bastilla, Pentecostés, la Asunción, la Ascensión y un largo rosario. Hasta ahí no hay problema. El problema es cuando llega una pandemia y trazan una línea roja. Por aquí se puede, por aquí no se puede. Una línea que entiendes que por algún lado hay que dibujar pero que te parte la vida en dos. Y luego ya, de remate, llegan los tribunales para dictar autos contradictorios sobre medidas similares hasta crear un estado de confusión. Así que, a la espera de que expidan el carnet de guipuzcoano-navarro (y ya puestos, a la espera de que nos beneficiemos de los descuentos de Abiatu), nos quedaremos en casa.
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