Si pertenece a algún grupo de WhatsApp, en alguna ocasión le habrán incluido en una lista, ya sea para asistir a una comida, para ayudar al vecino con la leña o para colaborar como voluntario en un cruce de una carrera ciclista. Para estar agregado a la lista, solo hay que copiarla, escribir tu nombre y pegar el texto en un nuevo mensaje para que continúe la cadena. Es sencillo. No hay que ser un dechado de virtudes tecnológicas. Sin embargo, siempre hay alguien del grupo que no lo sabe hacer. Ahora piensen en las personas mayores a las que han citado para la vacunación con un SMS y un enlace a una página web. Osakidetza no tiene entre manos una tarea precisamente sencilla, pero el sistema elegido no parece el más adecuado. La brecha digital es mayor cuanta más edad tiene un usuario de Internet. Y hay una tendencia cada vez más acusada en la Administración y el sector privado a deshumanizar las relaciones. Los bancos son el peor ejemplo. Han echado a los clientes de sus sucursales a golpe de clic. Se impone el hágalo usted mismo sin tener en cuenta que no maneja igual un móvil una chavala de 15 años que su amona de 75. Del mismo modo que al organizar una carrera siempre hay que pensar en los últimos clasificados, al abordar los cambios que impone la tecnología hay que tener en cuenta a los colectivos que tienen más dificultades para manejarse.
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