Los estudiantes de segundo curso de Bachillerato están estos días enfrascados en preparar el examen de la EvAU, la Evaluación para el Acceso a la Universidad. La selectividad de toda la vida. Son jornadas de hincar codos y templar nervios. Más del 90% de los chavales aprueba, pero ahora la cuestión ya no es sacar adelante el examen sino obtener una calificación que te permita cursar determinada carrera. Cuanto más alta sea la nota de corte, más difícil será acceder al grado de turno. Así que a los nervios propios del examen se añade la presión por lograr la calificación más alta posible, pasaporte hacia la carrera que uno quiere emprender. Como cada vez digerimos peor los fracasos, la selectividad puede convertirse en fuente de disgustos. Si la experiencia es un grado, aquí va la propia. Aunque sea de hace unos 30 años. En la extinta BUP, que vendría a ser la ESO de hoy, servidor se fue por las ramas de Ciencias, dibujo técnico incluido. Aunque era un alumno más bien aplicado y era complicado no superar la selectividad, no pasé del cinco. Penco. Opté por cursar Turismo, que abandoné después del primer año a pesar de que es un grado más que recomendable. Al segundo intento, me matriculé en Periodismo y, como diría el cronista deportivo, fui de menos a más. Ya son más de 25 años juntando letras. La vida suele dar segundas oportunidades.
El extinto BUP (que no extinta) no viene a ser la ESO de hoy: ni el extinto COU viene a ser el Bachillerato de hoy. Prueba de ello es que antes no se permitía ir a la selectividad con suspensos, cosa que no sucede hoy
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