Hace unos días, el creativo publicitario y escritor Alejandro Fernández Aldasoro (Bilbao, 1970), autor del recomendable libro El oso Ondo, abrió un melón que da mucho juego: por qué personas no nacidas en un municipio pero que residen en el mismo desde hace muchísimo tiempo, sienten que no son consideradas y aceptadas de igual manera que el nativo de toda la vida de la localidad. Lo hizo con un tuit que no te deja indiferente: "Agur, Donostia. Después de 24 años dejo esta ciudad hermosa, absorta, consentida y alquilada. Me llevo una mujer, dos hijos donostiarras y esa sensación de que he sido tolerado pero no aceptado. Ha sido un placer". Fernández Aldasoro habla de Donostia pero creo que su reflexión podría valer para cualquier municipio de cierto tamaño, aquí y en la Cochinchina. En esta cuestión el tamaño sí importa y, seguramente, es más sencillo, e igual más natural, ser "tolerado y aceptado" en un municipio pequeño en el que todo el mundo se conoce que en una ciudad. O al revés, vete tú a saber, porque en esta cuestión hay tantas opiniones como experiencias haya vivido cada expatriado. Pero a veces es común que, allí donde vayas, siempre encontrarás al vecino de toda la vida, que expide carnets de vecindad con la despectiva coletilla "pero no es de aquí". No sé si me explico.
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