Cuando empecé en este oficio, los teletipos salían escupidos e impresos por una máquina en una esquina de la redacción. Uno tras otro. Sin parar. Con el ruido de fondo que se escucha cuando se está imprimiendo un documento. De eso hace 28 años. Teletipos, correos electrónicos, ruedas de prensa (bastantes menos que el aluvión actual) y la calle, siempre la calle, eran las fuentes de las que bebían los medios de comunicación. La mayoría carecía de webs. Un suponer. Ibas a cubrir un entrenamiento de la Real, y el jugador de turno te atendía de pie junto a su coche, en pleno aparcamiento de Zubieta. Hoy es impensable. Todo está pautado y controlado. No hay lugar para la improvisación. Si le añades que las fuentes de información se han multiplicado por mil, te encuentras con una sobreabundancia de información, mires donde mires. Hoy hay que estar atento al teletipo, el correo, Twitter, Facebook, Telegram, Instagram, WhatsApp, 250.000 webs, Irekia, la radio, la televisión, llamadas de teléfono, cartas postales (alguna sigue llegando) y la calle, siempre la calle. Apabullante. Por el camino murió el fax. Nadie dijo que fuera sencillo. Por cierto, el próximo miércoles 24 de noviembre cumplimos 16 años en los quioscos (físicos y digitales), unos chavales.
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