Asegura el refranero que más vale malo conocido que bueno por conocer. No parece que sea aplicable para el caso que nos ocupa, el ínclito José Ignacio Munilla, que prepara las maletas para su nuevo destino en Alicante. Con todas las reservas posibles, es complicado que se viva una etapa tan conflictiva y reaccionaria como la que concluirá el 12 de febrero, cuando el responsable de la Diócesis de Donostia abandone su cargo. Una de las máximas que predica la Iglesia católica es la concordia, justo lo contrario a lo que ha sembrado monseñor durante los últimos doce años en Gipuzkoa. Frente a la evolución que demandan amplios sectores de la Iglesia, se ha dado una involución liderada por un tipo encantado de conocerse a sí mismo y a años luz de los postulados del papa Francisco, con quien simpatizamos hasta los agnósticos. De toda la sarta de declaraciones polémicas que ha verbalizado Munilla, llama la atención una de las más infames, cuando vinculó a la inmigración con el terrorismo (noviembre de 2015) y salió en defensa del arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, otro ultraconservador que está anclado en el siglo XVI. En fin que, como diría aquel, tanta paz lleves como descanso dejas.
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