Desde hace tiempo podemos consultar casi todo nuestro historial médico a golpe de clic. Todas las visitas a nuestra médica de cabecera (un saludo, Belén), los informes, los tratamientos y hasta las voluntades anticipadas, si es que hemos registrado esta documentación. También las vacunas, las dichosas vacunas. En mi caso no aparecen todas porque hay un vacío en los años 70 y 80 que atribuyo a que la sanidad pública no estaba informatizada como hoy. En el apartado Cartilla de vacunación aparecen los dos chutes de Pfizer de este año y otros dos del tétanos. Estas dos últimas las recuerdo como si fuera ayer. Estaba corriendo por un camino y el perro de una casa se encaprichó tanto con uno de mis tobillos que me clavó sus colmillos. Al cabo de unos días, el dueño del chucho me dijo que la próxima vez, antes de pasar, cogiera un palo. Nunca supe si para arrearle a él o al perro. El caso es que ese mismo día en el ambulatorio me inyectaron la vacuna del tétanos. Lo hicieron también un año después (3 de noviembre del año 2000. Lo he comprobado en el historial). Ni entonces ni ahora pongo en duda que hice lo correcto. La ciencia nos ha traído hasta aquí, y la ciencia está contribuyendo ahora con las vacunas a erradicar este endemoniado virus.
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