¿Se pueden mezclar en un mismo comunicado nombres y palabras como Urkullu,
apartheid, segregación, Foro de Davos, instrumento de control, China, 5G, dinero
digital, esclavitud, huella de carbono, batalla, DNI europeo y drones? Por
poder, se puede. Y, de hecho, se hace. Un colectivo que dice defender la vida lo
hace de cuando en cuando en unos extensos comunicados. Pero una cosa es escribir
un comunicado con todas las palabras y nombres citados entre los dos
interrogantes que abren este texto, y otra diferente es que ese comunicado tenga
cierta coherencia, fundamento, que diría Arguiñano; y, sobre todo, credibilidad.
Hay que leer dos veces esos comunicados porque son puro delirio. Todo el mundo
está en su derecho de montarse su propia película sobre la pandemia y de
denunciar el control de las autoridades, pero de ahí a hablar, por ejemplo, de
apartheid, va un trecho. Sucede que en los últimos tiempos se ha maltratado el
significado que tienen algunas palabras. Entre ellas, esa, apartheid. 27 años
estuvo Nelson Mandela encarcelado por la política del apartheid. Si levantara
ahora la cabeza y viera el uso que se le da a la palabra, se volvía a la tumba.
La palabra apartheid se ha banalizado de tal manera que uno no sabe bien quiénes
son los afrikáners en esta historia.
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