Echa uno la vista atrás y piensa que, con los filtros que usamos hoy, alguno de los disfraces que vestimos en los años 90 del siglo XX no superarían la prueba de lo políticamente correcto, aunque el Carnaval sea justamente lo contrario. Uno de esos años nos disfrazamos de familia gitana, con nuestro carromato (chimenea incluida) tirado por un caballo, nuestro patriarca y nuestros tenderetes. Nos faltó la cabra. La muy cabrona se olió el asunto y el día de autos desapareció monte arriba. En otra ocasión triunfamos con un disfraz muy pegado a la actualidad de entonces. Nos gustaba disfrazarnos de lo que estaba en boga (hoy iríamos de teta de Rigoberta Bandini, no lo dudo), así que uno de la cuadrilla importó una idea desde Iruña. Se celebraba por aquel entonces un juicio contra médicos que practicaban abortos y a ambos lados de la acera había manifestantes a favor y en contra. Nosotros, lógicamente, íbamos con los médicos. Así que el Lunes de Carnaval nos pusimos nuestros mejores vestidos, pintamos pancartas con sus eslóganes y confeccionamos pegatinas que íbamos repartiendo en las aceras. Entre pote y pote, mientras íbamos de bar en bar, cruzábamos la calle Altzate al grito de "Nosotras parimos, nosotras decidimos". Luego ya, según avanzó la noche, la cosa se desmadró. Pero eso ya es otra historia.
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